Sobre el papel, desarrollar una adaptación televisiva de Scream, la saga cinematográfica creada por Kevin Williamson (The Vampire Diaries, The Following) y el recientemente fallecido Wes Craven, no tenía por qué ser necesariamente una mala idea ahora que el terror en televisión está más de moda que nunca. Sin embargo, con cada detalle que MTV revelaba del proyecto, las expectativas de los fans de las películas iban decayendo y, cuando se estrenó, ya comentamos en esta web que nos parecía un slasher poco prometedor (su elenco totalmente blanco tampoco ayudó a que tuviésemos ganas de ponernos de su parte).
Algo sí hay que reconocerle a Scream: lo ha intentado muy fuerte. O, al menos, ha seguido a rajatabla las directrices de la saga original. Sus adolescentes responden a un arquetipo del que la historia se burlaba, en el grupo hay un nerd que lanza referencias como una bala y analiza paso por paso los tópicos del género, y ha tenido unas pequeñas dosis de gore, que siempre dan algo de vidilla al género (hablo, por supuesto, del final del séptimo episodio).
Pero, aunque los creadores de la serie estaban dispuestos a demostrar que el slasher podía funcionar en la pequeña pantalla, en base al resultado final no se puede decir que lo hayan conseguido. Los diez episodios de esta primera temporada nos han tenido entretenidos en mayor o menor medida, pero rara vez han sido capaces de contagiar la tensión que sí producían las películas. Las honrosas excepciones serían el ya mencionado séptimo capítulo y el final, en los que se podía reconocer la esencia de Scream.
Durante la mayor parte del tiempo, parecía que estábamos viendo algo más parecido a Pretty Little Liars (serie a la que no tienen reparo en referenciar) que a un slasher, hasta el punto de que podían pasar fácilmente cuatro episodios sin que hubiese ninguna muerte. Es ahí donde el título de la ficción se ha convertido en un arma de doble filo: les ha garantizado una audiencia muy respetable de base, pero no son pocos los que se han llevado una decepción. Por el contrario, los que se han acercado a Scream sin ideas preconcebidas la han disfrutado mucho más.
Lo que la serie no ha parecido entender es que tener unos personajes planos por definición no implica que los actores que los interpretan tengan que ser vergonzosamente limitados, o que todos ellos nos tengan que dar igual. La Tatum de Rose McGowan era una bitch como Dios manda, mientras que Brooke (Carlson Young) ha resultado ser una pardilla con ínfulas; los discursos meta de Randy en las cintas se agradecían en 1996, pero Noah (John Karna) es un pesado que parece que simplemente trata de demostrar todo el rato que ha visto mucho cine y muchas series; Gale Weathers molaba porque era una periodista sin escrúpulos que tenía detrás a Courteney Cox, y la podcaster de la serie (Ameilia Rose Blair) era un personaje absurdo que le sacaría los colores a Sarah Koening. (A partir de aquí, spoilers).
Eso sí, al menos Piper Shaw ha estado a la altura en la revelación final. Pese a que, por puro descarte, estaba claro que debía ser ella la heramana de Emma y uno de los asesinos, el enfrentamiento final (si bien algo breve) no tiene demasiado que envidiar a los de las películas en tono, sentido del humor y nivel de locura.
Pero los árboles no nos impiden ver el bosque y, obviando ciertos momentos buenos (que los ha habido), Scream ha sido una serie insulsa que ni siquiera se podía catalogar como "tan mala que es buena", una línea con la que jugaba de forma autoconsciente la saga original. No hay diálogos ácidos ni giros sorprendentes, y ni siquiera la participación del propio Craven (que era productor) o del director Ti West (V/H/S, The Inkeepers) la han salvado de la mediocridad absoluta, en la que sin duda ha influido también su presupuesto, que debe ser irrisorio (la factura visual estaba al nivel de ABC Family).
¿Cuántos la hubiésemos visto hasta el final de haberse emitido en temporada alta? Yo lo dudo bastante y, aun así, puede que el verano que viene repita. Nunca está de más tener un entretenimiento ligero que no te haga pensar demasiado y del que poder sacar un ránking con los momentos más maravillosamente absurdos. Mi favorito: Brooke apoyando el pie en el pecho de Jake para sacarle un cuchillo. ¿Qué os ha parecido a vosotros?
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