Se llama Danny. Es de los pocos románticos empedernidos que quedan en la gris escena londinense. Forma parte de ese selecto grupo de absurdas mentes que, tras un encuentro fortuito con una persona, es capaz de pasarse días yendo al mismo lugar a la espera de una segunda oportunidad para actuar sobre el flechazo que ha anulado su raciocinio.
Danny cree en el amor a primera
vista. Y durante medio piloto vemos cómo conquista a un enigma. Alex, su objeto
de deseo, lo tiene todo para convertirse en una obsesión en toda regla. Es la
pesa idónea para la balanza de Danny. Alex
es el magnetismo, el misterio al que todo hombre tiende a aproximarse sólo por
el riesgo de asomarse al precipicio.
London Spy es el último ejemplo de la exquisita brillantez con la
que los británicos son capaces de contar sus historias. Con una fotografía que roza la espectacularidad
cinematográfica, nos sumergen en un amor en planos híper cortos. A través
del detalle vemos cómo se forja una relación con absoluta honestidad, sin
ningún tipo de floritura sentimentaloide: el guión realista como deleite visual.
A esa excelencia técnica se le
suma el reto del género: un thriller emocional.
La segunda parte del piloto revienta la burbuja de intimidad en la que
nosotros, esa audiencia fisgona, nos hemos dejado sumergir. Somos Danny,
enajenados por la fantasía de un romance perfecto. Con media hora que abarca
ocho meses y compromisos que Alex había aceptado nunca iba a tener oportunidad
de asumir.
Las cámaras de vigilancia, los
coches de seguimiento, las señales de humo esparcidas a lo largo del episodio
alcanzan el clímax con la revelación. Danny
abre una caja de pandora tamaño bachelor
loft que nos transporta del thriller emocional al psicológico. Con la
misma cercanía mediante la que vivimos la pasión desenfrenada minutos antes,
entramos en la guarida de las perversiones de un hombre que resulta un completo desconocido.
Durante los cinco episodios que
componen London Spy, el novelista y ahora
guionista Tom Rob Smith se pone al servicio de BBC Two con un drama de los que no se pueden hacer en ningún otro lugar,
poniendo al frente a personajes fuera de la norma y dándonos una oportunidad de
disfrutar la televisión como auténtico arte. Un estudio sobre lo ciegos que podemos llegar a estar cuando encontramos
a la persona ideal y lo terriblemente corrupta que esa persona puede estar.
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