Hay un fenómeno paranormal que afecta a la crítica especializada española, y que en gran medida se ha expandido al público en general —que, a su modo, ejerce la misma función en las redes sociales—, por el cual todo lo que no cuenta con un sello extranjero no merece la misma consideración que aquello que sí lo tiene, o de merecer la misma o al menos parece que tiene que ser medido por diferente baremo. Es cierto que como fenómeno esto es algo que se observa en prácticamente cualquier ámbito —salvo el deporte, tal vez—, siendo el complejo de inferioridad una de las mayores lacras de nuestra sociedad, y que entiendo que absorbemos y aplicamos a todo lo que nace y crece dentro de nuestras fronteras.
De no ser así, no entendería cómo, sin importar cadena, productora, género o protagonista, por funcional, apta, excelente o mínimamente entretenida que sea una producción televisiva nacional, no tardan mucho tiempo en surgir voces que rápidamente ponen el grito en el cielo con un clamor que se resume en una única sentencia: "no es para tanto".
El noesparatantismo es una de las mayores taras que, como críticos, llevamos en nuestro ADN —especialmente los españoles—, y que está unido a ese complejo de inferioridad del que hablaba. Es la necesidad de nivelar las expectativas de nuestros lectores y/o seguidores, como si en nuestro fuero interno tuviéramos miedo de que algo fuera a triunfar por sus propios méritos. Como si no se pudiera permitir que algo tuviera el éxito que se merece, simplemente porque no encaja dentro de los parámetros que hemos escogido previamente para definir ese mismo éxito. Si algo triunfa es porque ha encontrado su público, porque ha encontrado su momento, o porque es simplemente tan buena que es ineludible. En lo referente a las series de televisión, quizás el éxito debiera medirse desde una perspectiva optimista, y a partir de ahí buscar las razones que lo respaldan. Todos hemos caído en el noesparatantismo, del mismo modo que siempre suele ser mejor dejárselo en casa.
A partir de ahí, toda crítica es lícita. Hablando de Paquita Salas, quizás su tono te parezca burdo, el envoltorio te parezca demasiado almodovariana sin ser ello lo tuyo, o te recuerde demasiado a otros formatos que has visto en televisión desde hace años. Quizás no te parezca original, que su interpretación sea demasiado impostada, o que como producción se desarrolle de forma más que obvia. Toda postura que parta de eso será admisible.
Pero no digas que no es para tanto. Sobre todo, cuando no te tiembla el pulso en ensalzar cualquier otra producción extranjera que, aunque no tenga nada que ver con Paquita, puede tener el mismo número y nivel de carencias. Solo porque es extranjera. O porque es de Netflix. O, quizás, porque no somos capaces de reconocer que algo puede ser bueno a pesar de que nosotros no podamos verlo.
El primer episodio de Paquita Salas se estrena esta noche en Neox a las 22:30.
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