Artículo publicado originalmente el 1 de septiembre de 2016. Victoria se estrena en el canal #0 (Movistar+) el 25 de diciembre a las 22:00 con un doble episodio.
La cadena británica ITV está vendiendo Victoria, su gran apuesta para la temporada otoñal, como la nueva Downton Abbey. Es un movimiento que tiene toda la lógica del mundo: va a ocupar en la parrilla de la cadena el hueco que normalmente ocupaba su gallina de los huevos de oro y cada episodio ha costado nada menos que un millón de libras, por lo que necesitan que cause casi el mismo furor que esta.
No obstante, como espectadores, nos tomamos estas comparaciones con cierto escepticismo: Downton Abbey tenía la libertad de no estar basada en la realidad (ni en ninguna novela victoriana), por lo que Julian Fellowes, su creador, podía dirigir las tramas en la dirección que se le antojara y cargarse personajes a diestro y siniestro. Victoria, en cambio, es una ficción histórica y está sujeta, aunque sea mínimamente, a una serie de acontecimientos que no se pueden alterar.
Sin embargo, basta con ver el primer episodio de Victoria (que se estrenó este domingo en Reino Unido y emitió su segundo capítulo el lunes) para darse cuenta de que las comparaciones tenían cierto fundamento. Esto no es la BBC, por mucho que la miniserie tenga una factura técnica tan impecable como la de las ficciones de la cadena pública (si obviamos, eso sí, el inevitable CGI con el que recrea la Inglaterra del siglo XIX); sino que Victoria, lejos de ser lenta o demasiado solemne, está más que dispuesta a tomarse sus licencias a la hora de contarnos cómo fueron los primeros años en el trono de la reina Victoria en favor del puro entretenimiento.
La historia comienza en el año 1837, cuando la muerte de su tío —Guillermo IV, sin herederos— deja la corona en manos de la joven Alexandria Victoria, que ocupará el trono con los 18 años recién cumplidos. Victoria (interpretada por la última acompañante de Doctor Who, Jenna Coleman) lleva años preparándose para convertirse en reina, y tiene muy claro cómo quiere dirigir el país. No está dispuesta a que su madre ni su asesor, Sir John Conroy, le digan lo que tiene que hacer, sino que prefiere seguir los consejos del Primer Ministro, Lord Melbourne, con quien conecta rápidamente.
Un arriba y abajo en la corte
Victoria va bien servida de intrigas palaciegas, pues no son pocos los que en el entorno de la reina consideran que no está capacitada para gobernar y pretenden instaurar una regencia; y también cuenta con las dosis precisas de romance, insinuando desde el principio que la relación entre Victoria y Lord M. puede ir más allá de la simple amistad. Todos los eventos que narra se desarrollan con un ritmo vertiginoso, y el primer episodio consigue no hacerse pesado a pesar de durar 70 minutos.
Podemos referirnos a ella como la contraparte británica de Isabel, o como una Reign menos loca y excesiva, pero Victoria se distingue de ambas por ser bastante menos intensa. Uno de los puntos que tiene en común con Downton Abbey es que dedica varios minutos a presentarnos a los miembros del servicio de palacio, que ejercen de contrapunto al lujo que rodea a los protagonistas y aportan un toque cómico con tramas más ligeras (aunque el equilibrio entre la comedia y el drama debería estar más trabajado).
Jenna Coleman se hace en seguida con el papel. La ex-companion construye, con ayuda del guión de la novelista Daisy Goodwin, a una Victoria que es una adolescente caprichosa e inexperta y, al mismo tiempo, una mujer resuelta, con la suficiente determinación y personalidad como para ganarse el respeto de sus súbditos. Encarnar a una reina nunca es sencillo, pero ella consigue superar la tarea con dignidad, algo vital para que Victoria no se caiga con todo el equipo.
Su química con Rufus Sewell (The Man in the High Castle), que interpreta a Lord Melbourne, es el eje sobre el que sostienen los primeros episodios, y lo cierto es que Victoria deja con ganas de más. Es una de esas ficciones históricas que nos podemos creer solo a medias —no se han hecho esperar los artículos que cuestionan la veracidad de algunas tramas—, pero entra tan bien por los ojos, está tan bien interpretada y nos ofrece unos diálogos tan bien escritos, que casi que preferimos dar por cierto todo lo que nos cuente. ¿Qué os ha parecido a vosotros?
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