El comienzo de la séptima temporada de The Walking Dead nos ha deleitado con el episodio más doloroso y más sórdido de toda la serie. Las expectativas eran muchas debido al atrevido cliffhanger con el que terminaron la pasada temporada; corrían el peligro de que se filtrase la identidad de la(s) víctima(s) de Negan (algo que ha terminado pasando tan solo un día antes del estreno) y una espera de casi siete meses podía hacer perder a los fans el interés. Pero si había dudas, creo que las han disipado.
La presentación de Negan en la Season Finale de la pasada temporada fue insuficiente. Pero, por suerte, este episodio nos ha servido para saber realmente hasta dónde está dispuesto a llegar este personaje para establecerse como dueño del mundo. Jeffrey Dean Morgan interpreta a la perfección a un hombre que se pavonea por el mundo apocalíptico a sabiendas de que tiene el control total y absoluto de cuanto le rodea. Una seguridad y una prepotencia del que se cree intocable, y hasta ahora no tiene razones para creer lo contrario.
La ruleta rusa, a la que Negan decidió jugar la temporada pasada con los miembros más importantes de Alexandría y con Aaron, se ha detenido en Abraham. El sargento estaba viviendo tiempo de prestado desde el momento en el que Denise recibiese una flecha que le pertenecía al pelirrojo en la tira cómica. Pero la partida de Abraham no nos pilla por sorpresa. Durante la temporada anterior el sargento se ha estado despidiendo poco a poco de la serie: ha abandonado a Rosita, Eugene rompió con él en la fábrica de balas y se atrevió a pensar en un futuro con Sasha en un mundo en el que el futuro no existe. Abraham deja así a tres viudas y creo ha sido esta falta de impacto en el grupo lo que ha llevado a la serie a arrancar a un personaje más. Y lo que más siento por la perdida del Sargento Abraham Ford es que va a pasar desapercibida por culpa de la segunda muerte.
La segunda muerte es la que todos los lectores ya han vivido. Y es una muerte lógica si querían que el reparto que aparece en los créditos saliesen del círculo de la muerte realmente afectados. Negan había dado unas reglas muy claras: «You can breathe, you can blink, you can cry». Solo tres cosas estaban permitidas y Daryl se mueve para que Negan deje de atormentar a Rosita. Puede que no se entienda muy bien este arrebato, la única explicación lógica es que la pérdida de Denise haya creado un vínculo entre ambos que antes no existía. Sea como fuere, Daryl se va a culpar por la pérdida de Glenn, un peso que se une al de las muertes de Hershel, Beth y la novia de Tara. Para colmo, con su osadía se ha ganado el “respeto” de Negan y ha decidido quedárselo. Y estando solo, no va a poder curarse emocionalmente.
La pérdida de Glenn deja a Maggie definitivamente sola. Y si obviamos lo desagradable de la escena, tenemos que tener en cuenta la evolución que Maggie está obligada a experimentar, porque por primera vez desde que la conocemos sus tramas no van a girar en torno a Glenn. La próxima parada para ella será solucionar los problemas con su embarazo, motivo por el que la mayor parte del grupo se movilizó en el pasado final de temporada. Aplaudo a Maggie el haber sabido aguantar los dolores como una campeona durante medio día y el haberse dejado ayudar en última instancia a la hora de encargarse de los restos de su amado.
Mientras todo esto ocurría, Rick, que está tan borracho de poder como puede estarlo Negan, ha vuelto a dar una muestra de lo egoísta que puede llegar a ser. Esa adicción que tiene el Sheriff por ser el hombre al mando casi le cuesta el brazo a su hijo, y menos mal que era Carl, porque si le piden que le corte el brazo a cualquier otro miembro del grupo lo hubiese hecho sin titubear. No ha habido lugar en el mundo al que hayan llegado Rick y los suyos que no haya sido puesto patas arriba y coronado por Grimes. Y por primera vez, se ha encontrado con alguien que no solo acaba de mutilar salvajemente a su “familia”, sino que se permite jugar con él porque necesita ver en su cara el miedo del que se alimenta este nuevo villano.
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