Analizar un final de temporada en caliente no es buena idea, porque los pensamientos todavía avasallan tus neuronas y el vacío que queda después de la pérdida te exige, de manera involuntaria, ansias de continuar, de finalizar y de cerrar el círculo. Necesitas saber más y no comprendes que las dudas y las preguntas son también parte de la historia. Este efecto se magnifica cuando hablamos de Mr. Robot, una ficción inusual y extravagante que interactúa con el espectador directa e indirectamente: Elliot te habla a ti, pero la serie te encierra en un juego que te obliga a prestar atención, a hacer un esfuerzo mental por la historia, por fsociety.
Que Sam Esmail, guionista y productor ejecutivo de Mr. Robot, posea un porcentaje mayoritario en el proceso creativo de la ficción le da todavía más valor al desarrollo que ha experimentado la serie en esta segunda temporada. Me atrevería a decir que la primera temporada obedece más a una complacencia para el espectador que se destierra en esta segunda entrega y que justifica, o al menos explica, ese descontento particular de algunos seguidores en la continuación. La segunda temporada no está realizada para satisfacernos, sino para continuar, de forma arriesgada, una historia con sentido.
Control is an illusion
Si hay algo que ha dejado claro el season finale de Mr. Robot es que el control es una ilusión. Nada es lo que parece y el espectador no tiene en sus manos respuestas definitivas sobre lo que está sucediendo. Y no pasa nada. Mr. Robot no es un juego de adivinanzas en el que la audiencia tiene que predecir lo que va a ocurrir a continuación. Sin embargo, y al contrario de lo que parece, no estamos ante una cuestión de engaño o de trampa. Es cuestión de punto de vista. Con Mr. Robot debemos observar, dejarnos llevar, cuestionarnos la realidad y, ante todo, disfrutar. Hemos perdido nuestro poder como ser omnipotente. Somos parte de la manipulación.
La rotura de la cuarta pared en la primera temporada resultaba ser un salvavidas para el espectador, unos ruedines de bicicleta para no caerse y entender bien todo lo que estaba sucediendo. Que Elliot nos hablase era tranquilizador; todo parecía bajo control, todo estaba bien explicado dentro de esa paranoia particular. Sin embargo, Sam Esmail ha decidido convertir esta herramienta en todo lo contrario: ahora, que nos hable Elliot es síntoma de peligro y confusión. Ya no queremos su punto de vista defectuoso, no somos capaces de discernir entre la realidad y lo que hay en su cabeza. Nos incomoda que nos hable. Ni siquiera hasta el último momento podíamos saber si Tyrell estaba vivo, muerto o era otro producto de la imaginación de este hombre.
Queríamos más Elliot Alderson y lo hemos tenido, pero no de la forma que esperábamos. Esmail ha hecho evolucionar a nuestro informático favorito de forma consecuente y degenerada, pero también ha hackeando algunas “reglas” de la ficción: el protagonista puede seguir estando ahí, pero no tiene por qué ser el más importante de los personajes, ni tiene por qué facilitarnos todas las respuestas.
De hackers a estrategas: las mujeres al poder
Los bitcoins, el fracaso económico mundial y los cortes de luz han estado presentes durante toda esta temporada como consecuencia del hackeo que se fraguó en la primera entrega. Pero no todo es tan bonito y fácil, ni las rebeliones tienen finales tan felices. La realidad es más tosca y está llena de grises. Mr. Robot sacó nuestro espíritu hacker y revolucionario, pero ahora nos ha enviado una notificación push de advertencia: no es oro todo lo que reluce y la policía es de todo menos tonta. Ya nos lo advertía la conversación del último capítulo entre Tyrell y Elliot: “solo ves lo que hay en frente de ti, no ves lo que hay encima de ti”.
Dominique DiPierro, la agente Dom, nos tenía a todos encandilados con esa vida tan miserable y solitaria. Empatizábamos con ella y nos compadecíamos porque siempre iba un paso por atrás de fsociety. Pero todo era una estrategia en la que nosotros también hemos caído: la pitón nos ha acechado por detrás, sin que nos diésemos cuenta, y ha atacado con un esquema perfecto sobre la trama construida en torno al five/nine. “You’ve got to be fucking kidding me”, decía una Darlene vulnerable y atónita ante el descubrimiento que el FBI tenía preparado para ella.
Con un ritmo pausado y comedido, llegamos al final con una gran confirmación: la segunda temporada de Mr. Robot es una transición y el season finale es el colofón de ese proceso de cambio. La carrera de relevos nos ha dejado un Elliot incapacitado y un Tyrell posiblemente enamorado hecho una maraña de nervios. Ahora es el turno de las mujeres y debemos posicionarnos en un bando u otro de la batalla: ley o caos. Lo hemos visto a lo largo de estos capítulos: las mujeres han alcanzado una importancia imprescindible, decisiva y necesaria en la serie. El desarrollo de sus tramas ha evolucionado a pasos agigantados; ahora son más complejas, son clave para cada arista de la historia. Ángela ha tomado el control de la situación con la Fase 2, Whiterose se desdobla en tiempo y en cuerpo para rescatar a la empresa norteamericana, al mismo tiempo que planea su destrucción. Dom acaba de cantar “jaque”, Darlene se ha quedado sin defensas y Joanna Wellick no se va a rendir tan fácilmente.
Como una cebolla, seguimos desgranando capas de Mr. Robot. La informática ha pasado a un segundo plano. Manipular a las personas es la verdadera piratería. Son muchas las preguntas que se plantean hasta la fecha. ¿El caos es irreversible? ¿No hay vuelta atrás para la voladura de Evil Corp o todo puede volver a la normalidad? ¿Hay buenos y malos? ¿Cuáles son los objetivos finales de cada personaje? Nuestro punto de vista como espectadores ya no es suficiente. Nuestras ansias de saber más regurgitan. El cambio ha comenzado; en la historia y en la narrativa. Los ordenadores y los símbolos de sistema ya no sirven en esta guerra. La sociedad ha sido hackeada. Y nosotros, los espectadores, también.
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