Tras un año de espera desde aquel maravilloso especial de navidad de 2015, Los maridos de River Song, el Doctor vuelve a nuestros televisores y portátiles. Vuelve con un homenaje nada velado al mundo del cómic y el superhéroe estadounidense que no acaba de sentarle del todo bien a un alienígena tan británico, lo que sin duda no impide que disfrutemos como niños de este añorado reencuentro.
¿Hay algún producto audiovisual que no haya sido influenciado de algún modo por la moda del superhéroe y la consecuente creación de universos narrativos de cientos de personajes interconectados? Parece que no. En esta era de Los Vengadores, Batman y Star Wars (otra saga superheroica más) era de esperar que el inquieto doctor coqueteara con estos estereotipos, aunque el modo de hacerlo si puede cogernos por sorpresa.
El doctor Mysterio, tal y como le bautiza el joven Grant, parece atrapado en un episodio no emitido de la noventera Lois & Clark. No tenemos por tanto esas imparables sucesiones de explosiones, batallas hipervitaminadas, montajes súbitos y melodías insulsas, elementos todos ellos clave en la ficción superheróica actual. Por el contrario lo que se nos presenta es una historia con un aire cómico más cercano a la liviana Supergirl, en la que los enredos personales y la dificultad de conciliar la ajetreada vida personal y amorosa de los protagonistas con su faceta enmascarada cobra capital importancia.
Este acercamiento al género acaba resultado algo frío y mecánico, casi un Fantasma (oh, I´ve made a pun!) generado a través de la superposición de clichés narrativos que nunca acaban (ni parecen empezar) por desarrollar una personalidad propia. Moffat es más de Sherlock que de Spiderman y se nota.
¿Y cómo encaja el Doctor en este contexto? Pues a base de una nostalgia que comienza a desgastarse. Nostalgia por tramas, recursos y frases que los que llevamos viajando en la TARDIS durante más de una temporada conoceremos de sobra: invasiones a la Tierra, extraterrestres grotescos, naves espaciales con planes ocultos, melancolía por la compañera perdida, un Doctor que esconde su tristeza bajo una capa de ironía, etc. Gracias a la actuación de Capaldi somos capaces de ver una y otra vez estas historias, pero en un universo tan amplio como el que habita el Doctor se echa en falta la originalidad pasada.
Ante el recuerdo de Clara y la promesa de Bill, la nueva compañera ya anunciada, Nardole no acaba de encontrar su lugar en este episodio. ¿Es un compañero del doctor? ¿Un comic relief? ¿Un contra-plano al que el Doctor pueda devolverle sus frases ingeniosas y sus levantamientos de cejas? El Doctor es alguien que viaja acompañado y sin otro personaje interesante a su lado la TARDIS viaja a medio gas.
A pesar de los errores señalados todo episodio de Doctor Who tiene una belleza que lo hace especial, la belleza de las infinitas posibilidades. Esa cabina azul en mitad de las estrellas aparecerá una y otra vez en mil y un planetas, haciéndonos disfrutar cada semana con una nueva ocurrencia, una nueva especie, un nuevo némesis. Saber que pase lo que pase siempre existirá un alienígena deambulando por el universo con su actitud curiosa nos devuelve a una infancia reconfortante en la que todo era nuevo pero nada cambiaba.
Puede que este no haya sido su mejor episodio pero las palancas y manecillas de la TARDIS volverán a girar. Y estaremos allí cuando se abra la puerta.
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