Episodios como American Bitch, emitido el pasado domingo, nos recuerdan por qué Girls importa y por qué vamos a echarla tanto de menos. Hannah lleva advirtiéndonos desde aquel lejano piloto allá por 2011 que puede que no sea la voz de una generación, o que muchos no se sientan identificados con ella, pero lo que nadie puede negarle es que tenga una voz. Con sus contradicciones y claroscuros, pero potente como ella sola. La ficción televisiva actual está plagada de personajes femeninos excepcionales, pero muy pocas veces tiene una la sensación de que la voz (y la mujer) que se encuentra detrás también lo sea.
Ahora bien, tener una voz no significa tener las cosas claras, ni mucho menos. Véase, si no, el final mismo de este episodio, con Hannah mirando de reojo y con cabreo a Chuck; aturdida y sin terminar de entender lo que acaba de pasar, sin entender cómo ha caído también en la misma trampa que quería criticar. En más de una ocasión, Girls ha demostrado ser lo que pasa cuando se mira una situación de frente, desplegando todo el abanico de sensaciones y emociones contradictorias que aparecen de por medio.
Esta vez, Hannah es citada a la casa de un escritor al que admira, Chuck Palmer (interpretado por un brillantísimo Matthew Rhys), para hablar sobre un artículo en el que lo critica. El suspense, como ocurre siempre que está bien construido, no reside en las acciones más o menos criticables de Chuck, sino en el tira y afloja de la conversación con Hannah. Y es evidente, independientemente de las conclusiones personales a las que el espectador llegue, que la acción dramática se concentra en la reflexión misma que la polémica suscita. El episodio mismo es un ejercicio de reflexión y análisis, de autocrítica pero también denuncia y, cómo no, también, de desbrozo de “zonas grises” que no son tan grises.
Uno de los muchos puntos fuertes del episodio es no dejar Internet y las redes sociales fuera de la ecuación. Para Hannah, lo “guay” de Internet es dar cabida a todas esas voces marginales hasta ahora completamente ignoradas y que muestran que el consenso sexual no debe darse siempre por sentado. Que las situaciones de abuso sexual no son siempre identificables a primera vista. Que las dinámicas de poder, el sexo y las relaciones son complejas y difíciles, y a menudo profundamente patriarcales incluso cuando se disfrazan de igualitarias.
La otra cara de la moneda son los peligros del poco fiable “periodismo” de la blogosfera y su efecto viral, del que Hannah cae presa, y que para Chuck se traduce en una supuesta “caza de brujas” de la que se siente la cabeza de turco del momento, otra víctima de la supuesta agenda feminista oculta de Internet o, más concretamente, Tumblr. Pero más interesante aún es la actitud algo condescendiente y paternalista que muestra al afirmar que todo lo que esas chicas buscan son experiencias y una historia que poder contar, y que en el fondo no quieren dejarse conocer por miedo a no ser lo que el hombre espera de ellas. Un esquema de rol de género que no le importa en absoluto perpetuar y explotar de manera plenamente consciente para probar que tiene razón cuando se tumba en la cama con Hannah.
Para una servidora, lo maravilloso de American Bitch es que demuestra que se puede utilizar un producto televisivo para reflexionar de manera plural sobre cualquier polémica acercándonosla a nuestra cotidianidad; todo esto, eso sí, pasado por el filtro del narcisimo de Hannah. Los continuos elogios y adulaciones de Chuck apelan justo a su ego, que le lleva directa a caer en la trampa. A abandonar el edificio y con él toda su singularidad. En casa de Chuck era especial, inteligente y divertida. Fuera, una más, con esa potente metáfora visual de todas las demás “modelos de Victoria's Secret” entrando al edificio.
Se me ocurren mil razones por las que este episodio va a dar mucho más que hablar para lo bueno y para lo malo, pero permitidme que me quede con la satisfacción de ver cómo se le da voz a un tema que afecta y confunde a muchas mujeres de manera cotidiana, y que a menudo es objeto de un discurso parcial, extremo, unilateral y masculino.
Para terminar, me quedaría con la pregunta de Hannah: “¿Pero esto es ficción o no?” Es uno y lo mismo, o, más bien, un pequeño ensayo. Y es lo que más voy a echar de menos de Girls.
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