¿Por dónde coger este final? ¿Por dónde, señor, por dónde? Acabamos la 13ª con 42 minutos claramente reflejo de lo que ha sido esta temporada. Desigual, con obstáculos internos y torpe. Muy torpe. El Team Shonda ha despedido el año revolcándose en su cómoda inmortalidad cual gatete entre algodones. Un último episodio sin esfuerzo, con una adrenalina aguada y, lo más imperdonable de todo, sin un miserable cliffhanger que llevarnos a la boca durante el verano.
Vamos a empezar por los tecnicismos. Seamos educativos. Hoy, con este episodio de 1º de Audiovisuales, vamos a estudiar el concepto de la continuidad. Qué sorprendente la velocidad con la que viajan las hermanas desaparecidas desde Alemania a la costa oeste de Estados Unidos —Lufthansa debe operar ahora con cazabombarderos—, o cómo las conversaciones entre Meredith y Riggs quedan en stand by dentro de ambulancias hasta que amanece. Pero lo que se lleva la palma de los milagros cinemáticos es como diez tramos de escalera con sus correspondientes cinco rellanos envueltos en llamas son extinguidos y tranquilamente transitados en cuestión de dos minutos para que Steph, con lo que ha sufrido haciendo su particular Gorilas en la niebla, sea rescatada casi de chiripa.
No se puede plantear un episodio catastrófico con una resolución tan a medio gas. Básica. No puedes poner columnas de fuego hechas con Paint —de las que hablaremos luego, muy largo y muy tendido— y elevar al límite las opciones de suicidio de la interna si luego hasta el más cateto dando un paseo se la encuentra.
Esta salida del paso ha sido una basura. ¿La ha encontrado Jackson disfrazado de Superman o sólo con los gayumbos rojos? No. ¿Ha tirado Steph a la niña moribunda por el tejado para llamar la atención de las 500 personas que podrían haberla visto perfectamente hacer la Batseñal? Tampoco. ¿Ha sido quitarse el embolado de la manera más rápida posible porque es viernes, son las ocho, y queremos irnos de gintónics pero hay que dejar el guión cerrado hoy? Claramente.
Steph tenía un problema. Lleva queriéndose ir desde la temporada pasada, cuando la amiga Jerrika Hinton pilló un piloto de Shondaland donde no tenía el papel de Árbol #2. A la pobre no le salió bien la jugada y se lo tumbaron en Upfronts, así que ha pasado todo este año haciendo tiempo, como hemos podido comprobar.
Steph ha sido un personaje sin relevancia, que despertase más o menos simpatía, pero que absolutamente nadie va a armar un cisma por verla marchar. No montamos un 15-M por Callie, lo vamos a montar por ésta. Conclusión: no tenemos un arraigo emocional con ella como para pasarlas putas durante este episodio, y tampoco nos han dado la carnaza o el drama para llorarla aunque sea un poco. Chica, para esto haberte hecho un Teddy y salir por la puerta de atrás en taxi mientras los otros se descoñaban con un avión entero.
Más razones de fallo de este episodio: ¿cómo te cargas a tu antagonista en tres escenas? La nominación y expulsión de Eliza Minnick se resume en un total de 2:40 minutos. Un despido en frío, ya bien relajada la trama de las guerras pedagógicas, en el que Miranda Bailey se vuelve contra su fichaje estrella por… ¿qué? ¿Qué argumento me das? ¿Seguir el sistema que llevas queriendo implantar durante los últimos veinte episodios? Falta solidez, falta escalada, falta todo. ¿Cómo lo salvamos? ¡Con un chascarrillo de tijeretas a lo que sale por la puerta! Redondo.
Siguiente hostia: Maggie, Jackson y la del chaleco reflectante. Tenemos una de las pocas tramas románticas incipientes que nos quedan porque ya hemos liado a todos entre sí, incluyendo al perro con osteoporosis de Meredith. Se lleva viendo venir semanas, y quizás en un final de temporada sea un buen momento para hacer explotar la tensión sexual no resuelta, ¿verdad? ¡Pues no! El máximo clímax es la desidia absoluta con la que April le da su bendición a Maggie. Eso es todo. Avances intergalácticos. A años luz nos encontramos ya. Maravilloso. Siguiente.
Más estropicios: Alex. Alex que se ha teletransportado desde Los Angeles para… ¿qué? Alex no ha hecho absolutamente nada. La visita del episodio anterior al marido de esa que ya no es que no tenga nombre, es que no tiene ni cuerpo visible no ha tenido ninguna repercusión. Eso sí, esperarán que nos alegremos por no haber hecho de este absurdo un episodio completo. Alex: The Road Trip. Podrían, y si se les hubiera ocurrido a tiempo también lo hubieran metido con calzador esta temporada.
La única que sale bien parada es Meredith. Meredith ha demostrado dos cosas muy importantes. La primera es que puede empalmar en la misma escena dos voiceovers y no marearse en el coche. La segunda ha sido la cara de alivio cuando ha mandado a Riggs corriendo a buscar a su resucitada amada y que le aguante ella los acosos y los derribos. Tanta paz lleves como descanso dejas.
Bueno, realmente son tres cosas las que nos ha enseñado: ella también puede meterse en el quirófano a operar con las manos sin lavar.
Y, cómo no, rematamos con el Teniente Coronel Major Hunt. Esa cara con la que cerramos la temporada. Un compendio de expresividad nula y estar recién levantado, aderezado con los siempre socorridos desenfoques rápidos y el filtro beauty que le ha dado por ponerse en cada selfie catatónica. Un maravilloso plano emblema que pone la guinda al pastel de su más trepidante historia: despertarse de la siesta, decir que es jefe de trauma, coger un coche y ya. Volvemos a utilizar nuestro baremo de la utilidad del episodio: ¿en qué ha avanzado la trama de la hermana de la semana pasada a ayer? En saber que Megan está muy bien teñida. Ole sus huevos.
No, es broma, hay una prueba fehaciente de que este episodio ha tenido una aportación real. No han dejado duda de que el departamento de efectos especiales son tu abuela y la mía en un cursillo de informática del Ayuntamiento de Alcorcón. El otro día ya hablamos del fuego, y la cutrez del humo no vamos a ni a mencionarla. Vamos a hablar de James Cameron estrenando por sorpresa Avatar 2. Ah, no, que era una base aérea generada por ordenador y, quien dice ordenador, dice Plastidecores.
Ése es el sabor de boca que nos deja esta 13ª temporada. Helicópteros con la autenticidad de la sangre de The Walking Dead y un profundo odio hacia sus decisiones creativas. Hasta la de customizar la cabecera según la desgracia de turno. Especialmente ésa.
Nos vemos en septiembre, que nos han quedado todas.
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