American Gods, la serie de Starz creada por Bryan Fuller y Michael Green, ha finalizado este 18 de junio su primera temporada presentando los elementos principales que componen la novela de Neil Gaiman (en la que se basa), y sentando las bases para la gran guerra que se aproxima entre los dioses antiguos y los dioses nuevos.
Tras ocho capítulos en los que el espectáculo visual ha predominado y las respuestas claras y concisas han brillado por su ausencia, American Gods ha conseguido llenar en los espectadores un vacío que nos había dejado Hannibal, la anterior serie de su creador. Una primera temporada que podríamos calificar de lenta, pero cuya fotografía y personajes han conseguido elevar algunos momentos narrativos pausados e incluso soporíferos.
Tras ocho capítulos en los que el espectáculo visual ha predominado y las respuestas claras y concisas han brillado por su ausencia, American Gods ha conseguido llenar en los espectadores un vacío que nos había dejado Hannibal, la anterior serie de su creador. Una primera temporada que podríamos calificar de lenta, pero cuya fotografía y personajes han conseguido elevar algunos momentos narrativos pausados e incluso soporíferos.
Hace algunos meses hice una crítica de la serie Legión centrándome en su increíble atractivo visual que tenía como envoltorio pero que contenía una pobre narrativa en su interior. A diferencia de Legión, no niego que American Gods posea una narrativa lenta y complicada de digerir de una sentada, pero es que no le hace falta para captar la atención del espectador e introducirlo en su mundo de dioses y seres fantásticos. Su interesante mitología, acompañado de unos personajes que llenan con su carisma la pantalla, y a lo que sumamos una brillante (por no decir perfecta) fotografía, convierten American Gods en un espectáculo visual digno de admirar por los mismísimos dioses (pero antiguos). Su creador, Bryan Fuller, se mueve en un terreno ya amigo, en el que se muestra demasiado cómodo, y con una libertad artística que solo podía desarrollar hasta su máxima plenitud en una serie de este calibre con un argumento tan complejo. Y es en American Gods donde ha demostrado todo el poderío audiovisual que albergaba en su interior con una serie donde, además de ceñirse de una forma impecable a la novela en la que está basada, amplía el universo del libro dotándolo de mayor historia, de una forma que no peca de brusquedad ni relleno, y haciéndonos conocer más sobre los personajes y los motivos que les han llevado hasta donde están.
Esta primera temporada ha servido como introducción de personajes, principales o más secundarios, que jugarán un papel con mayor o menor importancia en la guerra que se avecina. Sorprendentemente, no me ha disgustado ninguno. Todos consiguen desenvolverse en unos papeles hechos a su medida, haciendo las apariciones adecuadas y sin atiborrar al espectador con más divinidades de las que puede asimilar, de los que sería complicado acordarse en un futuro. Mención especial para Laura Moon, un personaje que encandila al espectador con su constante provocación e independencia, y también un poco de repulsión. Porque todo en American Gods está perfectamente calibrado y en su justa medida. Esto podemos notarlo tanto en las apariciones de los personajes (alternándose las historias conformen avanzan los capítulos), como en la estructura de los mismos, precedidos por una correspondiente introducción mitológica. Nada sobra ni resta, todo suma y aporta a la historia una mayor personalidad e interés tanto por su carácter enigmático como por las pequeñas pistas que va dejando por el camino. Tanto el pasado de los personajes, como las pequeñas leyendas que nos cuentan para introducirnos en la trama, todo forma parte de una historia sobre dioses y la importancia de creer en ellos, de creer en todo.
Con esta temporada inicial American Gods nos ha regalado auténticos momentos para el recuerdo. Momentos tan impagables como la pareja formada por Laura Moon y Mad Sweeney en una road movie que ha brillado en los últimos episodios y que ha servido como alivio cómico a otros momentos de mayor sopor. La poderosa Gillian Anderson (ya habitual de Fuller) como Media , y sus encarnaciones en David Bowie o Marilyn Monroe, todo tan estéticamente cuidado como si de una obra de arte se tratara. Por último, la aparición de Ostara (Kristin Chenoweth) en un papel que le viene como anillo al dedo, robando prácticamente el capítulo final y haciéndonos la boca agua con un pequeño adelanto de lo que está por venir.
American Gods finaliza su primera temporada de forma impecable, con la presentación de unos personajes a la altura de las circunstancias y la promesa de que lo mejor está por llegar. Convirtiéndose en una serie para paladares exigentes, es necesario ver más allá de su narrativa y los momentos de emoción que puede traer consigo una guerra de dioses. Y qué mejor showrunner para hacernos creer en estas divinidades que Bryan Fuller y la magia audiovisual que consigue crear. Porque al igual que Shadow Moon yo ya creo, creo en todo.
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