Hace una semana fue cancelada una de las series más ambiciosas y populares de Netflix, Sense8. El inesperado final de este bello drama cargado de fantasía ha desatado el malestar de los fans, que han llegando a presentar una petición en Change.org para salvar la serie, y a amenazar al mismísimo señor Netflix con abandonar su canal por las redes sociales.
Sin embargo, también hay otro tipo de espectadores a los que no les han sentado tan mal la noticia. Y es que Sense8 era una serie maravillosa ,pero una serie maravillosa en la que pasaban pocas cosas. A continuación, hacemos una lista de por qué la cancelación de Sense8 ha sido dolorosa pero, al mismo tiempo, algo aliviador.
Sense8 debe morir primero de todo porque debe ser infernalmente cara, alrededor de 9 millones de dólares por episodio. Es la pesadilla de cualquier productor sensato. Me acuerdo que cuando la serie empezó todo el mundo pensaba que las diferentes localizaciones eran simples cromas por la incapacidad de imaginar semejante producción. Sí señor, ocho localizaciones reales, a cada cual más exótica y lejana. Una plantilla de ocho actores habituales, cada uno una estrella en su país de origen, sin contar los numerosos secundarios. Planos generales con gente, mucha gente y no hecha por ordenador. Si aquí en Madrid se corta una calle durante tres días para rodar un plano de dos minutos, no quiero imaginar lo que las Wachowski liaron en cada país. Grandes medios, un equipo técnico y artístico de lujo, y, para más inri, cuarenta minutos de episodio.
La segunda pega que se le encuentra a la serie es más personal, ya que se podría decir carece de cierta acción. La trama dramática principal avanza a pasos muy lentos mientras que se le da protagonismo a los pequeños conflictos personales de los diferentes personajes. Existe cierta sensación de que se repiten las escenas en ese afán de mostrar la unidad de los sensates olvidando que hay espectadores acostumbrados a una dosis de acción mayor y a los que ciertos capítulos se les puede hacer bastantes largos. Digamos que Sense8 hubiese sido bastante más comercial si hubiese dado mayor protagonismo a la acción y menos al drama.
Por último, y siguiendo con lo anterior, Sense8 debe morir porque hay una cierta falta de verosimilitud en cuanto a que muestra unos personajes demasiado idealistas y perfectos que solo cometen errores con la intención, un poco evidente, de hacer crecer al espectador. Hay un exceso de bondad en todos los protagonistas que da un poco de repelús. Al espectador le gusta ver héroes pero también fracasados. Nuestros personajes sufren bajones emocionales pero no suelen durar más de un capítulo. A eso habría que añadir que muchos de los diálogos parecen sacados de un libro de autoayuda, sobre todo los que hay entre Nomi y Amanita, a veces tan tiernos y sinceros que rozan una ñoñez e ingenuidad no muy convincente.
Sin embargo, Sense8 ha marcado la vida de muchos espectadores y no es por falta de mérito. Era una serie necesaria para estos tiempos y que contenía algunos elementos jamás vistos en una serie hasta entonces.
Sense8 no debe morir, principalmente, porque es el amor hecho serie. Es una historia con unos personajes y unos momentos dramáticos que desprenden amor por cada poro de su ser. Jamás se ha hecho una serie como esta, que reivindique tanto la importancia de la unión y de la solidaridad. Y lo hace desde el punto de vista de los individuos hasta el de las comunidades. Esos planos desde el aire de un pueblo de Nairobi o del centro de México están hechos con la intención de que el espectador se sienta que forma parte de algo, que sienta que también tiene una comunidad a la que pertenece.
Sense8 no debe morir porque muestra de una forma muy clara los diferentes problemas a los que la sociedad actual se enfrenta. Habla de religión, racismo, política, sexualidad y género. Todo ello relacionado, inevitablemente, con el tema principal de la serie: la identidad. Esa gran pregunta que todo ser humano teme: ¿quién soy?. Y utilizando como metáfora la idea original de la serie nos empuja a una respuesta muy concreta: somos nosotros mismos y todos a la vez. Todos venimos del mismo sitio y es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
Sí, Sense8 es una serie que da protagonismo a los sentimientos por encima de todo pero, ¿por qué eso está mal visto? Se recrea en los momentos de felicidad y de tristeza de los personajes pero más que con una intención de conseguir la lágrima fácil lo hace con el objetivo de reivindicar que los sentimientos son importantes y que debemos aprender a hablar de ellos abiertamente en vez de oprimirlos e ignorarlos. Las emociones merecen un mayor protagonismo, en la televisión y en todo en general.
Las hermanas Wachowski también han querido revolucionar la mente de los espectadores introduciendo personajes de diferentes orientaciones sexuales o marginados por su condición física o de raza, y todo eso sin hacer un drama de ello. ¿En cuántas series se puede ver a una transexual como protagonista? Sense8 no debe morir porque recuerda que los seres humanos somos distintos y que eso no es algo malo sino algo maravilloso.
Sense8 también debería vivir porque visualmente es preciosa. Tanto la fotografía como la puesta en escena están cuidados hasta el extremo con la ayuda de enormes recursos técnicos que han sido capaces de mostrar el poderío audiovisual que una serie puede llegar a tener. Por supuesto, la diversidad de escenarios y su carácter exótico ayudan enormemente, de hecho, yo creo que este fue uno de los elementos más atractivos que atrapó a la audiencia en su primera temporada. Despegar el ojo de uno solo de los planos de esta serie es un insulto a la belleza. Sense8 está hecha para ser oída pero, sobre todo, para ser vista.
Y hablando de su belleza, ¿hay o ha habido una intro más espectacular y, al mismo tiempo, perturbadora que la de Sense8? Esos maravillosos dos minutos con esa música tan inquietante y esos grandiosos planos de diferentes lugares del mundo, un mundo en el que hace calor y frío, hay gente sola y gente acompañada, hay ciudad y campo, arte y ciencia, fiesta y miseria, tradición y naturaleza, puentes, volcanes, iglesias, turistas, perritos calientes...desde luego, para mí, es uno de los openings más inolvidables que nunca he visto y, por ello, también, no debe morir.
En resumidas cuentas, Sense8 no debe morir porque, a pesar de ser muy cara y no todo lo entretenida que se espera, es una serie revolucionaria que despierta la empatía del espectador automáticamente y que difunde un mensaje de unión de una manera tan bella y sincera que podría convencer a cualquiera. ¡Sálvemos Sense8! ¡Firma la petición!
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