Desde el año 2000 que apareció el personaje de Gil Grissom en pantalla, siendo líder y protagonista absoluto en CSI: Crime Scene Investigation, los personajes con Trastornos del Espectro Autista (TEA) se han ido sucediendo con cuentagotas en la ficción televisiva. Al principio, se evitaba el diagnóstico, se hablaba poco de ello y se describían personalidades excéntricas, inteligentes y muy reservadas. El pasado abril, Barrio Sésamo incluyó a Julia, una niña con autismo. Otras ficciones como Touch, The A Word o Community se han preocupado a lo largo de estos años por dedicar guiones y tramas a esta realidad. Asimismo, en la próxima temporada, vamos a tener por partida doble a Sheldon Cooper en The Young Sheldon y, además, Freddie Highmore (Bates Motel) va a interpretar a un médico con autismo y Síndrome de Savant en The Good Doctor.
Lo que se aprecia es que, a día de hoy, los personajes televisivos en el espectro se reducen, generalmente, al Asperger. El autismo y el Asperger están dentro del espectro, pero "el Asperger es una parca representación del mismo", cuenta la periodista Melisa Tuya en Twitter, a raíz de su experiencia como madre de un niño con autismo. "La representación en pantalla suele abusar del Asperger y me temo que la mayoría puede acabar creyendo que el autismo es sinónimo del Asperger que han visto en la televisión. Mi hijo tiene un alto grado de afectación; esos no salen porque les dan menos juego a los guionistas. Y me he encontrado a menudo eso de '¿y tu hijo qué es lo que sabe hacer? Estos niños son muy inteligentes, ¿no?'".
Lo que se aprecia es que, a día de hoy, los personajes televisivos en el espectro se reducen, generalmente, al Asperger. El autismo y el Asperger están dentro del espectro, pero "el Asperger es una parca representación del mismo", cuenta la periodista Melisa Tuya en Twitter, a raíz de su experiencia como madre de un niño con autismo. "La representación en pantalla suele abusar del Asperger y me temo que la mayoría puede acabar creyendo que el autismo es sinónimo del Asperger que han visto en la televisión. Mi hijo tiene un alto grado de afectación; esos no salen porque les dan menos juego a los guionistas. Y me he encontrado a menudo eso de '¿y tu hijo qué es lo que sabe hacer? Estos niños son muy inteligentes, ¿no?'".
Esta conversación surge a raíz del estreno de Atypical, la nueva serie de Netflix. Se estrenó la semana pasada y, como sus últimos estrenos adolescentes que tratan realidades como la anorexia o el suicidio, viene acompañada de un descontento generalizado. Retratar una realidad como el autismo no puede reducirse a las buenas intenciones de su creadora Robia Rashid (guionista de How I Met Your Mother). Rashid explica que para crear esta ficción se ha basado en su propia experiencia con una persona en el espectro, ha contratado a un experto en la materia y ha contado con el testimonio de familias que viven con esta situación. No obstante, varios periodistas con autismo no han recibido con alegría el resultado final. "Decepción", "ofensivo", "estereotipado" o "intento fallido" son algunos de las características atribuidas a Atypical.
Sin poder entrar en cuestiones de ofensa, y como espectador neurotípico, la nueva serie de Netflix permite empatizar cómodamente con los personajes y su relación con el autismo. Esto es, en parte, gracias al carisma que desprenden Keir Gilchrist (Sam), Jennifer Jason Leigh (Elsa) y Brigette Lundy-Paine (Casey), hijo, madre y hermana en Atypical. Pero aun con estas interpretaciones brillantes, y aunque el espectro se sitúa como epicentro de la ficción, Sam queda diluido y ensombrecido como protagonista debido al enfoque tan deplorable de su trama. Querer salir con una chica o tener sexo son temáticas aceptables y habituales en una serie. El problema llega cuando estos deseos caen en la infantilidad y en el machismo.
A su lado, las historias de Elsa y Casey son reforzadas con mensajes mucho más positivos y disfrutables sobre la superación, la toma de decisiones, el papel de una madre a la que nadie necesita, el empoderamiento o el permitirse ser egoísta en determinadas situaciones de la vida. Pero esta serie se supone que gira en torno a Sam; y a él y a su amigo baboso son los últimos a los que nos apetece ver. En Atypical queda muy claro cómo este muchacho vive con autismo y cuáles son sus deseos y obstáculos habituales. También sabemos qué piensan todos los personajes sobre Sam y cómo es cada uno en relación con el autismo. Pero, ¿qué opina Sam sobre su familia y amigos? ¿Y sobre el autismo? ¿Y sobre sí mismo? Sam acaba convertido en una excusa llena de estereotipos, cuando debería ser el motor de la ficción.
Por suerte, y aunque los chistes de "caca, culo, pedo, pis" son más recurrentes de lo deseado, la ficción no convierte al protagonista en una parodia. Se le da una importancia primordial al lenguaje con el que nos referimos a las personas en el espectro autista, Sam tiene un trabajo (algo importante debido a la elevada tasa de desempleo de las personas con TEA) y las personas a su alrededor se esfuerzan, como Paige (Jenna Boyd), para que el instituto celebre un baile de invierno inclusivo con Sam y otras personas con autismo.
El periodista Matthew Rozsa, que vive con autismo, acusa a la serie de condescendencia. Considera que se describe en ella una imagen de persona con TEA violenta, espeluznante y cruel. Añade que Atypical es más ofensiva cuando intenta que sintamos pena por Sam. Cree que la serie no le hace responsable de herir a los demás debido a que está en el espectro. Sin embargo, lo que puede apreciarse en la nueva obra de Netflix es todo lo contrario. El protagonista es reprendido por su familia y entorno con respecto a ciertos comportamientos relacionados con su novia o su psicóloga. No se muestra en ningún momento una irresponsabilidad justificada, sino que se explican los procesos por los cuales Sam no entiende ciertos comentarios o acciones propios y cómo intenta, ante esta nueva situación amorosa, remediarlos y/o corregirlos para continuar creciendo en su vida. Puede acusarse a Atypical de varias cosas, pero no de ridiculizar o ser paternalista con las personas del espectro autista.
La división de la serie en 8 episodios de media hora funciona a la perfección; entretenimiento fresco, rápido y nada tedioso. El binge-watching llega solo. Adolece, eso sí, de una estructura inconsistente en los géneros. Salta de la comedia más estereotipada al drama más emocional de manera trepidante. En poco espacio de tiempo puede generar confusión en cuanto a si los diálogos son o no humorísticos. Pero este no es su verdadero problema. El inconveniente de la serie es no profundizar ni en Sam ni en el espectro, a pesar de que hablan continuamente sobre ello. La serie no tiene entre sus filas a protagonistas con autismo, ninguno de sus creadores vive con ello y sólo se representa una pequeña parte del espectro, ya manido en televisión debido a Sheldon Cooper. Esto recuerda a lo explicado por Melisa Tuya: la estereotipación es peligrosa aunque los TEA estén en el centro de la narración. El otro personaje con autismo que aparece es una versión duplicada de Sam.
La semana pasada, en Forbes decían que Atypical era la mejor serie que Netflix había creado. Sin llegar a estos delirios, se puede hablar de esta ficción como una obra aceptable y disfrutable con muy buenas intenciones, que logra ampliar el conocimiento general en torno al autismo y naturalizar ciertos comportamientos y creencias. No obstante, en caso de tener el honor de renovar por una segunda temporada, va a necesitar algo más que el refranero indie de "nadie es normal". O acabará siendo la serie sobre personas con autismo, pero sin las personas con autismo.
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